René Espí. Madrid, marzo 2010
Al nocturnal eco de las guitarras, empapadas de ron y sentimiento, eternizó los amores y desencuentros que marcaron su vida. Devotamente entregado a la descarga, dibujando cientos de versos y líneas melódicas, arremolinando madrugadas, enamoró a la isla que le vio crecerse como compositor. Tal vez por eso el sábado 27 de marzo de 2010, vestido con el luminoso traje de la leyenda, Ricardo Pérez Martínez partió en busca de su canción suprema. Ver Vídeo
Si me abandono a los buenos pensamientos, como siempre hago con mis amigos viejos (sobre todo los que ya no están) puedo ver a Ricardo compartiendo un ron en alguna esquina habanera, bien pegado a la victrola, y disfrutando de sus orgullos: Qué te hace pensar y Tú me sabes comprender, esas joyas que pasaron a ser del pueblo rebautizadas como: Alma mía y Vida, atadas de por vida a la sabrosa languidez del Benny.
Intérpretes, instrumentistas, compositores, arreglistas, y repertoristas fueron las piezas imprescindibles que echaron a andar la potente maquinaria musical cubana de un tiempo que degustó a plenitud: los 40 y 50. Durante esos años, oxigenados al máximo por novedosos cambios rítmicos y estilísticos, Ricardo Pérez fue parte de un importantísimo grupo de creadores que, sin conocimientos ni estudios musicales, dotados de una gran sensibilidad, enrumbaron la canción cubana hacia nuevos horizontes. A sus ochenta y seis años conservaba la ingenuidad del muchacho que anda descubriendo el amor mientras que, ajeno a cualquier tipo de artificio o imposturas, compartía sin reservas música y memorias. Con sencillez extrema, la sonrisa presta, imponiendo respeto con su hablar pausado, intercambiábamos letras, filosofando largamente sobre las sutiles conexiones del alma humana y el universo, traducidas en letras y melodías.
Cuantos buenos recuerdos dejará Ricardo entre los que tuvieron la inmensa suerte de contarse entre sus amigos: el agilísimo bailador de jazz, pese a sus años, seguidor y cómplice de aquella tropa veterana e irreductible de Santa Amalia; el caminador incansable y dispuesto si de ello dependía una buena descarga; el ser humano sencillo y afable, siempre tendiendo una mano. La peña de del Yoyi (amigo y hermano de feeling) fue el escenario que escogió el destino para que compartiéramos la penúltima descarga. Qué te hace pensar, o Alma mía, uno de sus grandes obras, hace mucho que quedó atrapada en esos resquicios profundos que conforman el alma y la memoria sentimental de toda una nación.
Ricardo, tienes razón: la música no conoce fronteras de tiempo o banderas, si es buena. Seguimos estando cerca, guardándome para siempre esa frase tuya que invariablemente- intercalabas cada vez que nos dábamos un abrazo o conversábamos por teléfono: multiplícalo', todo un conjuro para hacer crecer los buenos deseos. Cada vez que escuche tus maravillosas canciones tu recuerdo no dejará de multiplicarse hasta el infinito.