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A comienzos del siglo XX continúa el mestizaje. Le vemos renacer incorporando elementos musicales de otros géneros cubanos. José Urfe, en 1910, consigue su revolución: inserta, en su parte final, un montuno de son. Luego daría a luz el Cha Cha Chá.
Este es el danzón. Baile criollo surgido de la contradanza francesa. Música para el hombre y la mujer. Para que bailen pegados; para que intimen; para que se enamoren sobre la pista del salón marcando figuras sin apenas desplazarse. Suaves, sensuales, elegantes, moviéndose en cortos espacios, dejando que surjan las caricias, sin apenas moverse de un cuadrado...Y luego agradecimientos a la orquesta con aplausos, mientras ellas se abanican, toman aire, y ellos, sin separarse, recomponen la figura antes de seguir adelante con el sutil juego de la seducción. La música intensifica el ritmo, las melodias nos llevan al montuno y las figuras sutilmente caminan alegres en esa dirección.
Música que acompaña una historia. Porque bailar el danzón es como hacer el amor.
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