1962. Mientras en el mundo se gesta, la llamada crisis de los misiles que determinaría el bloqueo comercial a Cuba por parte de los EEUU, en el barrio habanero de Cayo Hueso, más concretamente en la calle Valle 102 esquina a San Francisco de Centro Habana, domicilio del compositor y músico Néstor Mili Bustillo, comienza a cobrar formar el que sería uno de los más destacados cuarteto vocales dados en Cuba: Los Zafiros. Allí se gestó. Allí cobró forma. Y desde allí saldría para conquistar el oído musical de los cubanos en los 60. Le esperaban diez años de vida, en que el alabado cuarteto logró crear un estilo propio, inconfundible y de marcado acento cubano, a partir de los grupos vocales doo-woop norteamericanos.

La aparición de los otros dos miembros ocurrió poco tiempo después. Néstor Milí, asiduo a la barbería que regentaba su amigo Armando Dulfo en la calle Oquendo, se encontró allí a un joven que rasgaba una guitarra. El joven empezó a cantar `Mi oración’, de The Platters. Era Ignacio Elejalde. Néstor Milí lo vió claro. Ya tenía otra voz, y allí mismo, le conminó a sumarse al proyecto que estaba poniendo en marcha. Lo citó al día siguiente en su casa. Ignacio Elejalde llegaría acompañado por otro joven, Eduardo Elio Hernández `El Chino’, quien a la postre se convertiría en la cuarta voz del grupo.
Desde los primeros ensayos, se intuía que aquello llegaría a buen puerto. Unos y otros recuerdan que parecía que los cuatro jóvenes muchachos hubieran cantado siempre juntos. Horas y horas de intenso trabajo, de día y de noche, con Néstor Milí al frente de las composiciones, los arreglos musicales, la armonización de las voces, harían el resto. El grupo, que deslumbraría a Cuba en los sesenta ya estaba en marcha.
Pero no todo fue un camino de rosas. Una fama que no supieron gestionar y el carácter autodestructivo de sus miembros, marcado por las continúas peleas y un excesivo consumo de alcohol, sentarían las bases de su caída. Razones éstas que incluso hicieron entre 1963 y 1964 a Néstor Milí pensar abandonar su trabajo con la agrupación. De hecho, por aquellos iniciaría otros proyectos musicales al margen del grupo (‘Los Lanceros’, ‘Milí y sus Ebanos’ y ‘El Conjunto de Milí’) hasta que un infarto al corazón acaba con su vida en octubre de 1967. Su muerte provoca que Manuel Galbán asuma la dirección musical de la agrupación. Pero éste, en 1970 comienza a tomar distancia con el grupo, hasta que en 1972 decide definitivamente abandonarlo. Sería su punto y final.
A pesar de todo ello, su herencia musical consta de una lista de maravillosas canciones, firmadas por grandísimos compositores, como Frank Domínguez (Verdadera Navidad), Tania Castellanos (Canción de mi Habana), el judío cubano Luís Chaniveky (La luna en tu mirada, Bossa Cubana), Guillermo Castillo y Pacheco ( Un nombre de mujer Ofelia), Rolando Vergara (Rumba, como quiera), Oscar Aguirre ( Sí, corazón, Por no comprenderte) Miguel Cancio (Mi amor, perdóname) o del propio Néstor Milí (La caminadora y Mírame fijo ). A ella se le unieron también maravillosas versiones de temas internacionales, como Canción del Orfeo de Luis Bonfia o Mi Oración de G.Boulanger y J. Kennedy.
Cuatro décadas después de la formación del grupo, el nombre de Los Zafiros volvió a escena con el exitoso lanzamiento en 1998 de “Bossa Cubana”, editado por World Circuit Record (Buena Vista Social Club), que contaría con la colaboración de Manuel Galbán, fallecido este año, y Miguel Cancio, el único que hoy día sobrevive.
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