Existe en el ser humano la necesidad imperiosa de estar siempre dogmatizando. Una necesidad que nos lleva a convertir en auto de fé cualquier asunto. Una tendencia visceral asumida por todos y puesta en práctica en cualquier ámbito de la vida. Nos limitamos a repetir lo que oímos y, de esta manera, pervertimos la realidad de los hechos, dejando que unos y otros, eleven a rango de ley, sentencias escritas sobre sucesos que nunca ocurrieron.
Es, en el fondo, la pasión desmesuarada que tenemos de crear mitos sobre cualquier cosa, guiados, la mayor parte de la veces, por la mediocridad de las fuentes documentales, la estúpida moda de consumir la historia en reseñas de cuatro líneas o por el común fenómeno social de convertir en verdad, una mentira mil veces repetidas.
Y eso ocurre en el caso que traemos a la palestra: ¿Es, verdaderamente Jorrín el inventor del Chachachá?...Si nos guiamos por lo que recoge Wipedia, internet o la tesis oficial reseñada por unos y otros, la respuesta no deja dudar a la duda: Si.
Pero si escarbamos un poco, la cosa tendría otra respuesta.
La que plantea en el magistral libro del musicólogo cubano Leonardo Acosta, "Otra visión de la música popular cubana". Un libro, sin lugar a dudas de recomendable lectura, en el desentraña varios de los malentendidos surgidos entorno a la música cubana.
En esta obra, hay precisamente un capítulo, Los inventores de nuevos rítmos: mito o realidad, en que el autor nos descubre lo erróneo de atribuir a Enrique Jorrín -al menos de la manera solemne con que unos y otros lo hacen- la paternidad del Chachachá. Y lo hace situándonos en el contexto social del momento, reseñando hechos concretos y aportando la validez de los datos como prueba documental.
A pesar de que la versiòn discogràfica de 'La engañadora', editada en el mes de marzo de 1953 por el sello cubano Panart e interpretada por la orquesta 'Amèrica' de Ninòn Mondèjar, ha sido citada hasta el cansancio por musicòlogos y estudiosos de la mùsica cubana en general para fechar el 'debut' del 'cha cha chà' como gènero bailable en el ambiente musical cubano, un elemento importantìsimo ràpidamente nos hace dudar al detenernos en los crèditos de la etiqueta original. Màs que revelador es leer en ella el nombre que dan al novel gènero bailable: 'mambo rumba'.
Pero màs curioso es escuchar la versiòn de 'Guaguancò Pilareño' interpretada por el conjunto 'Casino' nada màs y nada menos que cuatro meses antes. Durante una de sus frecuentes apariciones ante los micròfonos de la CMQ Radio, las voces de Faz, Espì y Vallejo de finales de 1952 nos sorprenden con este tema donde en el estribillo, al calor de la actuaciòn 'en directo', entonan una y otra vez...........'cha cha chà'.........'cha cha chà'.
¿ Si fue realmente Jorrin el creador del ritmo 'cha cha chà', còmo es posible que en ese primer sencillo editado por Panart obviara algo tan importante como el nombre de su criatura bailable ?. ¿ Y si fue realmente su creador, còmo es posible què los cantantes del 'Casino' de finales de 1952 ya entonaban 'cha cha chà' ?.
La respuesta màs lògica es que la cèlula rìtmica del 'cha cha chà' habìa contaminado la atmòsfera musical cubana, teniendo en cuenta ademàs que es un gènero que formalmente posee todas las caracterìsticas para clasificar entre los sub-productos del renovador 'danzòn de nuevo ritmo' impulsado durante los años cuarenta por la cèlebre orquesta del flautista Antonio Arcaño.
Un libro, el de Leonardo Acosta, para reflexionar; y que deja constancia del camino equivocado que tomamos, unos y otros, cuando tratamos de poner etiquetas de inventor en el mundo de la música, como si sus obras se tratasen de trabajos de laboratorio creados al amparo de microscópios o probetas.
Porque la música, pese a quien le pese, todavía mantiene el estatus de arte vivo, que evoluciona constantemente, sacudido por las intrahistorias de cada momento y las aportaciones e influencias dejadas por unos y otros a lo largo del tiempo. Porque el chachachá no existiría sin la base instrumental y, por supuesto, rítmica del danzón, o incluso, si no hubiera surgido, contemporáneo a él, el propio mambo.
Y no se trata de poner en entredicho la figura del prestigioso violinista, compositor y director de orquesta. Enrique Jorrín seguirà siendo uno de los grandes. Con su talento creador hizo innumerables aportes a la mùsica popular. Formando parte de la orquesta de 'Arcaño', la 'América' de Ninón Mondéjar, o al frente de su propia agrupaciòn, contribuyò con sus obras, junto al resto de los músicos que le acompañaron a lo largo de toda su rica trayectoria, a cimentar las bases rítmicas del ritmo que sacudió en los cincuenta los salones bailables de Cuba y el resto del mundo.